Cambiar las llantas de un coche puede parecer un trámite simple, pero en realidad es una de esas decisiones que afectan directamente a la seguridad. Muchos conductores dudan entre poner las gomas nuevas delante o detrás, convencidos de que la lógica indica que deben reforzar el eje que guía y tracciona el vehículo. La duda se repite en talleres, en foros y entre amigos que opinan sobre lo que parece un detalle menor.
Sin embargo, los especialistas en seguridad vial son claros: las llantas nuevas deben ir siempre en la parte trasera. No importa si el vehículo es de tracción delantera o trasera, la recomendación se mantiene. Y el motivo tiene que ver con cómo reacciona el coche ante situaciones críticas, cuando la estabilidad depende solamente de una franja mínima de contacto con el asfalto.

¿Por qué los neumáticos nuevos van en la parte trasera del coche?
Colocar las llantas nuevas atrás no es un capricho, sino una medida para aumentar la estabilidad. El eje trasero soporta menos carga que el delantero, y en curvas cerradas o frenadas de emergencia es más propenso a perder adherencia. Por eso, reforzarlo con neumáticos en buen estado reduce el riesgo de derrapes peligrosos.
Además, si las ruedas traseras pierden agarre, no hay manera de corregirlo con el volante. En cambio, si el deslizamiento ocurre en la parte delantera, aún existe cierto control. Por ello, mantener las gomas nuevas en la parte trasera ofrece un margen de seguridad extra cuando el coche se enfrenta a una situación límite.
Otro aspecto clave es el aquaplaning. Los neumáticos nuevos tienen ranuras más profundas que expulsan el agua con mayor eficacia. Si se colocan atrás, disminuye la probabilidad de que el vehículo flote sobre charcos y pierda completamente la estabilidad.
¿Qué ocurre con los coches de tracción total?
En los vehículos con tracción total la situación cambia. Aquí la regla básica es que los cuatro neumáticos deben coincidir en diámetro, ya que los diferenciales centrales trabajan equilibrando la potencia entre ejes. Si solo se sustituyen dos, se producen diferencias en el rodado que pueden acabar dañando el sistema mecánico.

La solución que recomiendan los fabricantes es reemplazar las cuatro gomas a la vez. Además, conviene rotarlas periódicamente, cada 9.600 kilómetros aproximadamente, para que el desgaste sea uniforme. Esto asegura un rendimiento óptimo y evita que la inversión en seguridad se convierta en un gasto mayor por averías.
Combinar neumáticos nuevos y viejos no solo afecta al confort, también pone en riesgo la estabilidad. Incluso en vehículos con dos ruedas motrices, las diferencias de desgaste provocan desequilibrios y pérdida de control. En coches con tracción total, el efecto es todavía más grave, porque somete a un esfuerzo innecesario al sistema de transmisión.
El mantenimiento como clave de seguridad
Cuidar los neumáticos no consiste solo en cambiarlos cuando ya están al límite. Los expertos aconsejan vigilar la profundidad de la banda de rodadura y no esperar a que baje del mínimo legal para sustituirlos. Es importante también revisar si presentan cortes, grietas o deformaciones, que pueden comprometer su rendimiento incluso si parecen en buen estado.
Otro factor determinante es la presión. Circular con ruedas infladas por debajo o encima de lo indicado aumenta el desgaste, incrementa el consumo de combustible y resta eficacia a la frenada. Lo mismo ocurre con la alineación y el balanceo: si están desajustados, el vehículo puede perder precisión en la dirección y los neumáticos se deterioran antes de tiempo.