Seamos sinceros desde la primera línea: a nadie le pone lo más mínimo tener que escribir sobre alguien que no es más que una vergonzante copia a la española de Frank Underwood atravesada por los rasgos siniestros que definen el entendimiento que se hace en nuestra cultura del self-made man.
Empecemos por poner su andadura en contraste con la que hasta su llegada era considerada como la época menos venturosa de la historia del Atlético de Madrid, que además coincidió con los vaivenes de Vicente Calderón, en la presidencia, y los de Luis Aragonés en el banquillo atlético. Más mérito aún para estos. Aligeremos pues y sometamos la cosa a la debida comparación.
Fácil entonces. Al pie. De primeras. Resabida es la estadística que habla de cuál era el palmarés liguero (incluso internacional) del Aleti en 1987 en relación con el del F.C.Barcelona. No abundaremos en ello. Ahí tienen el big data para ponerse al día. Pero sí lo haremos a la hora de reseñar que, justamente antes de aquel verano de los 80, el Atlético de Madrid había ganado una Copa del Rey (1985) y una Supercopa de España (1985), había llegado a la final de la Recopa (1986) y había hecho lo propio en la de Copa de aquel mismo año en el que don Vicente Calderón falleció y Jesús Gil y Gil alcanzó la presidencia del club. Ahora echen cuentas y comprueben cuántos años le costó a este ganar un título nacional. De la cuestión europea mejor ni hablamos.
¿Saben también cuánto tiempo le llevó a Alemao -el último gran fichaje de la era Calderón- ganar un campeonato de liga nacional y otro europeo? Ya se lo digo yo: dos cursos. No fue en el Aleti, que a alguno quizá le haya asaltado la duda. Repasen ahora el palmarés del que fue el primer (y jacarandoso) fichaje de quien ya conocen y enumeren -en voz muy baja, por favor- los títulos ligueros y europeos que ganó junto a su mecenas. (A Julio Salinas -Eusebio y Juan Carlos- le costó un poco más, tampoco mucho, aunque no tanto como a Baltazar, también es verdad).
¿Y de la deuda histórica del club? Ay, ese eufemismo tan del agitprop gileriano… Ahí podemos decir que los números no han cambiado demasiado, bien es cierto. Si se conoce que la gestión última de Calderón dejó al Aleti con unos números rojos próximos a los 1800 millones, los de la familia Gil tienen que estar rondando en la actualidad una cifra que se acercará, estadio mediante, a los 500. El detalle sin importancia es que en 1987 se contabilizaba en pesetas y ahora, en euros. Pequeños matices.
Nada debe de importar tampoco a estas alturas que, antes de aquellas elecciones de 1987 (las de 1991 se las saltó estentóreamente, porque él lo valía, el señor este que reconocía que siempre había sido del Athletic), la titularidad del club, el estadio (y sus terrenos adyacentes) y todos los elementos simbólicos de cuanto constituían el patrimonio del Atlético de Madrid y sus socios, hayan sido canibalizados desde entonces por la banda de artistas del trile de cuyos nombres se acuerden las más altas instancias judiciales de este país.
El Tribunal Supremo ya lo cuenta todo en una sentencia sobre cómo fue el proceso de conversión en sociedad anónima. Nunca lo olvidemos: Jesús Gil y Gil salvó al Atlético de Madrid de desaparecer. (Risas enlatadas.) (Más risas enlatadas.) Puntos suspensivos.
Que sí, que el hijo de don Vicente Calderón también formó parte de algunas de las directivas que encabezó su padre. Pero lo hacía, suponemos, sin sueldo y sin contratas de servicios a explotar. En el propio Calderón, para más señas. Casi un millón de euros anuales, de un tiempo a esta parte, se asigna el hijo de King Kong (como le llamaba Vicente Calderón) por su inclasificable -sentido literal- manejo del jueguecito que le tocó en fortuna (en desgracia para muchos otros) como herencia.
Lo de hacer recuento del número de jugadores y entrenadores que transitaron sin pena ni gloria, y frecuentemente con escarnio a posteriori del propio sujeto que un día los vendió al mundo como la quintaesencia de lo habido y por haber, sería demasiado ventajista. Aunque hay que tenerlos de hormigón y no entender nada de nada cuando la primera decisión que adoptas como presidente electo es la de destituir a Luis Aragonés. Casi nadie en el Aleti.
El destino querría después que nos bajase y nos subiese. ¡Ay, la Segunda! Otra muesca en la culata. Y así una detrás de otra, decenas, cientos, miles… de circunstancias que podrían relatarse sobre las enormes diferencias entre lo que un día fue y cuanto hoy en día es el Atlético de Madrid.