La presencia de jamón cocido en nuestra nevera es un comodín culinario. Está siempre listo para ser el protagonista de un bocadillo improvisado o acompañar nuestras comidas.
Aunque solemos el jamón salado o el lomo embuchado como embutidos preferidos, hay otro que es más suave, asequible y accesible que ha logrado conquistar los paladares: el jamón de York.
A pesar de su nombre sugerente de origen inglés, el jamón de York ha encontrado un lugar especial en la cocina. En realidad, de lo que estamos hablando es de jamón cocido o fiambre. La distinción entre ambos reside en la calidad de la carne, siendo el jamón cocido la opción superior.
Reducir el consumo de carnes procesadas
Tanto el jamón cocido como el fiambre son carnes procesadas y han sido etiquetadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como alimentos potencialmente carcinogénicos.
La recomendación no es eliminarlos por completo de nuestra dieta, sino más bien reducir su consumo para mitigar los riesgos de enfermedades. En especial, el cáncer colorrectal, según informa la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Consúltalo con el charcutero o revisa la etiqueta
La clave para tomar decisiones más saludables al elegir jamón cocido radica en prestar atención a la proporción de carne de cerdo en su composición. Existe incluso una clasificación específica de ‘jamón cocido extra’, reservada para aquellos productos que contienen entre un 80 % y un 90 % de carne. De hecho, incluso algunos alcanzan la pureza del 100 %.
En un contexto en el que los casos de cáncer colorrectal están en aumento, especialmente entre la población más joven, se vuelve fundamental informarse sobre nuestras elecciones alimenticias.
Así pues, con conciencia sobre la calidad de los embutidos, como el jamón cocido, podemos contribuir a un estilo de vida más saludable y a la prevención de enfermedades.