Llegaba la Final de Copa del año 1928, se enfrentaban en Santander la Real Sociedad y el FC Barcelona. Los donostiarras llegaban a la Copa tras quedar subcampeones del Campeonato de Gipuzkoa, sólo superados por el Real Unión. Por su parte, los azulgranas llegaban como campeones de la Copa Cataluña donde vencieron al CE Europa.
En la liguilla de grupos previa a las eliminatorias, vascos y catalanes fueron encuadrados en el mismo grupo, el Grupo III, junto al Real Unión, CE Europa, Iberia SC, y el Patria Aragón. Ambos clubes se clasificaron tras quedar primero y segundo tras conseguir 16 puntos cada uno, el FC Barcelona por diferencia de goles se colocó en primera posición. En el camino a la final el FC Barcelona dejó fuera al Real Oviedo y al Deportivo Alavés. Mientras que la Real dejó en el camino al Celta de Vigo y al Valencia.
La final se jugó en los Campos de Sport de El Sardinero el 20 de mayo de 1928, los goles de Mariscal y Samitier pusieron el 1 a 1 en el marcador. El encuentro dejó una imagen para la historia del fútbol que sería llevada a la poesía: Platko, portero del Barcelona, se golpeó con un delantero de la Real Sociedad al tirarse a los pies a por un balón dividido, el delantero donostiarra golpeó en la cabeza al portero azulgrana. El oso rubio tuvo que salir del campo debido a la gran brecha producida por la patada. Tras colocarle un vendaje y unos puntos de sutura, Platko volvió al campo entre vítores desde la grada abarrotada del El Sardinero. Esta imagen sirvió de inspiración a Rafael Alberti quien le dedicó un poema al portero del Barcelona, la «Oda a Platko».
Tras leer este poema, el donostiarra Gabriel Celaya contestó poéticamente a Rafael Alberti con su «Contraoda del poeta de la Real Sociedad». Un cruce de poesías en la que uno defiende la actuación del portero húngaro como causante de la victoria del FC Barcelona en la final de Copa, mientras que el segundo atribuía la victoria al mal arbitraje de los partidos.
Se necesitaron dos partidos más para determinar quien sería el campeón de Copa de 1928. En el segundo partido se repitió el resultado de 1 a 1 con goles de Iera y Kiriki. Y se necesitaría un tercer partido, disputado el 29 de junio, donde el conjunto barcelonista se llevó el trofeo gracias a un 3 a 1 con goles de Saster, Samitier, Arocha y Txomin Zaldua. Los jugadores donostiarras notaron el cansancio tras los Juego Olímpicos de Amsterdam.
Oda a Platko (Rafael Alberti, España, 1902-1999)
Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia, ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
Guardameta en polvo,
Pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie,
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la hierba de otro país,
¡Tú, llave, Platko, tú llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No, nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko
volvió su espalda el cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas, sin viento
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por tu sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No, nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar
fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza
Fue tu vuelta.
Azul heroico y grana
mando el aire en las venas
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin
plumas, encalaron la hierba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
!Y todo por ti Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie, se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
!Oh Platko, Platko, Platko
tú tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no nadie, nadie, nadie.
Contraoda del poeta de la Real Sociedad (Gabriel Celaya, España, 1911-1991)
Y recuedo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.