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Afición Atlético de Madrid

Reflexión sobre la generación futura de atléticos

Este es, de manera incuestionable, el mejor Atlético de la historia con la mayor cantidad de seguidores que jamás haya tenido

He de decir que hasta el año pasado vivía en la felicidad, llamémosla del Cholismo iluso. La sensación de haber crecido hasta las alturas, de haber vuelto al Atleti de mis abuelos.

Para uno que ha visto al Atleti en directo desde los años 80 de manera continuada, tiene muy interiorizada las palabras Fracaso y Derrota. Así con mayúsculas. Sobre todo fracaso, lo que se dice fracaso, le suena a estar a cinco puntos de Segunda, a coquetear con el descenso, a descender, a no lograr subir a primera, a intertotos infames, a aspirar (de lejos) a entrar en Europa (en Europa, no en la Copa de Europa o la Champions League)… Hemos soportado con estoicismo los “por qué somos del Atleti”, los Pupas, los ‘proyectos’ de cada año estrellados en su mayoría antes de llegar a Navidad, nos criamos en ese ambiente del tal y tal…

Si te encontrabas a otro niño del Atleti en el colegio (algo realmente difícil) se volvía tu hermano de sangre de inmediato, era una logia, un privilegio, una sociedad secreta. Cuando te traían bajo el brazo cinco ligas de la Quinta del Buitre tu tenías dos palabras invencibles: Paulo Futre.

Eran tiempos más amargos que dulces para ser atlético. La felicidad residía en una buena tarde de remontada angustiosa, en una cabalgada de Futre con la que soñabas sin importar el resultado del partido, en un gol de Manolo, en un empate tardío de Sabas que sabía a gloria, en unos cuartos de UEFA con sabor a techo competitivo, en una final de Copa perdida o ganada pero jugada con orgullo, en ser el único de tu clase en saberte el himno de tu equipo. Sabía a Atleti, al de siempre al de tus padres y tus abuelos.

Eran tiempos duros para ser atlético, pero con perspectiva eran tiempos sencillos que te hacían sentirte fuerte y diferente. Pisar el Paseo de los Melancólicos, lugar de peregrinación de tantos locos ilusos aislados como tú, era la catarsis absoluta. Nunca habrá mejor estadio porque nunca volvimos a ser así de felices como cada vez que nos sentábamos en esas gradas vetustas. Mirábamos no hace mucho al presente sonrientes, con gesto del deber cumplido como generación atlética. Tocaba disfrutar de esta época de felicidad y de bonanza.

Bufandas Atlético de Madrid
Este es, de manera incuestionable, el mejor Atlético de la historia | GTRES

He de decir que hace no mucho, miraba con orgullo como cinco o seis niños en cada clase de primaria del colegio de mis hijos lucían de rojiblanco y orgullosos, imitando un gol de Griezmann. Hijos de atléticos de toda la vida que también resistieron solos en clases con veinte niños del Madrid y dos del Barça. También hay hijos rebeldes de esos compañeros de clase míos que eran del Madrid porque ganaban, pero a los que nunca les terminó de enganchar eso del fútbol (habían elegido bien su equipo). Habíamos conquistado no sólo el presente sino el futuro.

Más atléticos que nunca, más victorias que nunca. Este es, de manera incuestionable, el mejor Atlético de la historia con la mayor cantidad de seguidores que jamás haya tenido. Este Atleti global debería asirse a su tradición y al camino que le ha hecho grande y diferente para seguir creciendo poco a poco, partido a partido.

Pero eso no vende, no vende la historia, ni los logros, ni el pasado. Resulta que esa generación de niños pequeños y perfectos que corretean ahora en los patios y que aún ama el fútbol puro (y por suerte las rayas rojiblancas) ahora también está en juego. ¿Que tipo de Atlético queremos en cinco o diez años? ¿Crecerá la corriente neoatlética clientelar o regresará la institución a sus raíces de la que se ha desprendido como de su escudo o de su estadio?

En estos tiempos las miserias venden y los insultos se rifan. Prima el titular histriónico, el reporterismo de futbol-basura de usar y tirar, los aficionados de like&follow, que se pegan golpes en el pecho declarándose los más atléticos y que precismente por eso "vaya cagón", "vete ya Simeone", "Torres acabado", "Tiago cojo" y "Koke matado". Emerge una chusma informe escondida en su propia inmadurez y en el anonimato de sus redes sociales.

Primer plano de Cholo Simeone llorando
El "Cholo" Simeone" tiene muchos defensores y detractores | Europa Press

No cabalgan solos sino gobernados por el capricho de los medios de comunicación que dicen odiar pero que leen, ven y oyen a diario alimentándoles con mensajes mediocres y opiniones a medio cocinar. Por el camino hemos perdido el norte y nos hemos perdido en discusiones contra chiquillos confundidos con más voz de la que tuvimos ninguno de adolescentes.

Envueltos en la capa de los tiempos modernos en la que el cambio es bueno y mucho cambio es mejor, emerge una masa atropellada que enarbola un logo malcosido encima de un escudo que ya olvidaron mientras disfrutan del wifi y los food trucks en mitad del páramo porque eso es el Aleti. "El ‘Wanda’ es muy bonito, pero a ver si el Aleti juega a algo de una vez porque esto es infumable", te dicen mientras lanzan un par de insultos y calculan si irse en el minuto 80 u 85.

Quiero creer que la mayoría de estos atléticos instalados en el insulto anónimo son la versión digital y millenial de mi yo perdido de finales de los años 90. Por eso mismo demos la importancia que tiene a estos chavalines atolondrados “del Wanda” que desdeña leer más de 140 caracteres, que no quiere conocer la historia del club que dicen seguir ("ya está este repartiendo carnets de buen atlético") y que pasa del amor al odio bipolar por jugadores o entrenadores como quien cambia de instastory.

Uno no termina de entender por qué ha de marcar la pauta de lo que debe exigirse al Atlético de Madrid la legión de medios que relegan al equipo rojiblanco a comparse con el Real Madrid o Barcelona según desde donde se emita, escriba o grabe su tabloide de propaganda blanca o culé. Uno no es que sospeche de la mayoría de medios de comunicación, sino que se remite a sus prioridades que no son la ecuanimidad o a informar sino a maximizar resultados y audiencias.

En la era de posverdad deportiva, en la era de sobar adjetivos de todo a cien en un extremo u otro (del acabado o fracasado, al crack, ídolo o top); en la era de pitar a los tuyos y admirar a los ajenos; en estos neotiempos de neoatléticos (ninguno de los cuales llegará tan lejos en esta reflexión como para siquiera ofenderse)… en estos tiempos tan oscuros… háganme caso.

El único fracaso es escuchar este ruido caprichoso de niñato, eso sí sería un neofracaso muy conveniente para los medios. Aquellos que se frotan las manos y preparan el debate sobre el fin de Simeone que tantos minutos, líneas o programas llenaría.