Filipe Luis jugando contra la Juventus de Turín

Con Simeone, prietas las filas

La primera mitad contra la Juve no fue peor que aquella contra el Bayern

El Atlético de Madrid se despidió en Turín del sueño de jugar la final de Champions en su estadio. Salió al campo vestido de un modo extraño (dejémoslo ahí) y se marchó de él con cara de no saber por dónde le habían llegado los golpes. Decía Mike Tyson que «todo el mundo tiene un plan hasta que te pegan la primera hostia». El plan de Simeone no era nuevo; lo vimos hace tres años en Múnich. Por más que pudiera parecer que situar a Lemar por delante de Juanfran en la izquierda fuese conceder demasiada ventaja a una Juve que intuíamos saldría como salió; cuchillo entre los dientes y sangre en la mirada.

Si uno se aleja un poco y mira las cosas con algo de perspectiva, se da cuenta de que la primera mitad contra la Juve no fue peor que aquella contra el Bayern. Incluso podríamos decir que Oblak estuvo más exigido en Alemania. El caso es, que por algún motivo que desconocemos, en Múnich el equipo saltó al campo tras el descanso con la determinación necesaria para cambiar el guion. En Turín no hubo nada de eso. Como si la primera hostia de la que hablaba Tyson la hubiera acusado de tal manera que le hubiese dejado literalmente contra las cuerdas. Sin fuerzas, ni siquiera, para cambiar el plan inicial.

La Juve fue mucho mejor. Podríamos concluir el análisis con esta lapidaria obviedad, pero lo que más sorprendió fue la falta de respuesta en un equipo a las órdenes de Simeone. Y más incluso que la carencia de contestación, lo que más se echó en falta fueron arrestos. Fundamentalmente, porque el Cholo forjó con los años un equipo con uncarácter indomable que le permitió caer en Lisboa y levantarse. O besar la lona de nuevo en Milán y volver a ponerse en pie con la cabeza alta.

El caso es que ya veníamos advirtiendo semanas atrás, incluso meses, de que el ‘cholismo’ era otra cosa. Que por alguna (o algunas) razón, el equipo estaba mutando en algo que distaba mucho de la idea más primaria de equipo molesto y mal encarado. Pero precisamente en el partido de ida los planetas habían vuelto a alinearse para que el Metropolitano tuviera por fin su primera gran noche.

De repente, Costa y su rebeldía habían vuelto. Koke también. Morata había caído de pie. Habían regresado los dos centrales uruguayos en su versión más canchera. Rodri se empezaba a poner media camiseta de Gabi y la otra media de Tiago. Por volver, parecía volver hasta Filipe Luis. Todo marchaba sobre ruedas de nuevo, justamente hasta ese inquietante descanso de Turín.

Ahora es tiempo de buscar explicaciones a 45 minutos que ponen en solfa el discurso de Simeone. Algunas ya las sabíamos: plantilla descompensada, pretemporada deficiente, plaga de lesiones, descontento con la preparación física, jugadores descontentos con la brecha salarial abierta por Griezmann, tipos fuera del proyecto sin haberse ido aún… En definitiva, un caldo de cultivo que no auguraba nada bueno.

Diego Pablo Simeone pensando
Ahora es tiempo de buscar explicaciones a 45 minutos que ponen en solfa el discurso de Simeone | GTRES

Después está lo que no sabíamos. El Atleti llegó a Turín tras un viaje accidentado en el se vivieron momentos de pánico en el avión debido a unas severas turbulencias al sobrevolar Los Alpes. Ya en tierra, las turbulencias no cesaron. Parece ser que ‘El Profe’ Ortega dispuso un entrenamiento en la previa mucho más duro de lo recomendable, lastrando así las piernas de los futbolistas. Parece también que hubo muchos jugadores que se quejaron, que hubo algunos que le señalaron y que incluso hubo con quien tuvo un enfrentamiento que podríamos calificar de grave.

La cara de Simeone en su comparecencia tras el partido hablaba bien a las claras. El mensaje, también. Si al acabar la final en Lisboa se le veía haciendo gestos que invitaban a levantar la cabeza, en la sala de prensa de Turín todo lo contrario: «ellos fueron mejores, hay que agachar la cabeza y sacar conclusiones». Minutos después, esas conclusiones le llevaron a poner su cargo a disposición del club, allí, en el mismo vestuario del Juventus Stadium. Cabe recordar que no hace ni un mes de su última renovación.

A partir de aquí, toca mojarse. Este que escribe lo tiene meridianamente claro. Después de Simeone, auguro una travesía por el desierto con un horizonte realmente incierto. El que dude, que mire el gráfico principal de esta columna. Les aseguro que no me gustaría ponerme en la piel su sucesor. Muy lejos de mi opinión, no deben estar quienes mandan en la entidad, pues el Cholo fue respaldado sin ambages segundos después de poner su cabeza en sus manos. Es «su» gallina de los huevos de oro. No fueron los únicos. Una mayoría de miembros de ese vestuario, con Griezmann a la cabeza, también apoyaron al técnico.

Al calor de esta derrota ya han acudido las alimañas. El pitido final de Kuipers fue el pistoletazo de salida para una cacería de un sector de la prensa con facturas pendientes. También de aficionados que han comprado un mensaje adulterado a ese sector de la prensa, que por diferentes motivos, viviría mejor con Simeone lejos de Madrid.

Afirmaba Napoleón que «la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana». Ahora todos buscan un culpable y comienzan a coexistir, los que le esperaban, con los que se pliegan ante el fracaso para no ser parte del mismo. Sería de necios negar que Simeone no tiene su cuota de responsabilidad en esta eliminación. Como sería de obtusos decir que no se equivoca. Simeone no es dios, aunque haya acostumbrado al personal a convertir el agua en vino. Simeone se equivoca, como todo el mundo. Pero con Simeone hay algo que no falla; las cuentas salen a final de año. Un final de año para el que, recuerdo, quedan aún 11 partidos. Como digo siempre: las notas, en junio.

Independientemente de lo que ocurra en los dos meses y medio que restan a esta temporada, sí hay una cosa evidente. El equipo necesita una renovación profunda. Principalmente porque hay evidencias claras de que el mensaje de Simeone ya no cala en un número creciente de jugadores. Y puestos a elegir, entre prescindir de 10 o 12 futbolistas o hacerlo del hombre que ha cambiado la historia reciente del club, considero que la disyuntiva debería ser muy simple.

Si él quiere, debería ser Simeone quién acometa esa necesaria renovación. Lograr alcanzar las cotas que se hollaron con los Raúl García, Gabi, Tiago y compañía, no va a ser sencillo, pero si hay alguien capaz de ello, es quien ya conoce el camino. Toca volver a 2012. Toca volver a la Rosaleda. Toca volver al «partido a partido». Volver ser un equipo incómodo, sin fisuras. Volver al «todos a una». Toca empezar de cero y para ello solo cabe una certeza: tiene que ser con Simeone. Repito, miren con detenimiento la gráfica y saquen conclusiones. Prietas las filas.