El 29 de septiembre de 1975, era domingo, y ya Franco y su régimen agonizaban, pero en su afán de seguir demostrando al mundo su poder, hicieron caso omiso a la presión social desde el exterior y dos días antes habían fusilado a tres miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y dos de ETA (Euskadi ta Askatasuna). José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot Txiki, y Ángel Otaegui fueron fusilados al alba del 27 de septiembre de 1975.
José Angel Iribar animó a sus compañeros del Athletic Club de Bilbao a saltar al campo con crespones negros, la excusa: conmemorar el primer aniversario de la muerte del ex futbolista del Athletic: Luis Albert. La realidad, una señal de duelo y protesta por los muertos en los fusilamientos.
Saltaron al campo Iribar, Astrain, Goikoetxea, Lasa, Villar, Irureta, Escalza, Dani, Rojo II, Txetxu Rojo y Amorrortu. La victoria, quizás fue lo de menos, se la llevó el Granada por 2 a 1 ante el equipo de Rafa Iriondo.
Otros dos jugadores también lucieron brazaletes negros, fueron Aitor Aguirre y Sergio Manzanera del Racing de Santander. En este caso no hubo excusa que valiera, y la policía franquista entró en el vestuario en el descanso y obligó a ambos futbolistas a no lucirlos en la segunda parte, y además pagaron una multa de 100.000 pesetas cada uno de ellos finalmente.
Semanas más tarde, Franco murió.
El fútbol español durante la época franquista estuvo condicionado por una dictadura militar represiva caracterizada por la censura, el control de prensa y la censura de todas las libertades. Esta situación política tuvo un claro impacto en el mundo del fútbol, desde limitar el crecimiento de los equipos españoles a nivel continente a impedir el crecimiento del deporte y su proyección internacional.
Debemos destacar que la mayoría de los clubs eran familiares a aquellos que habían sido dirigidos bajo el régimen anterior, la II República, pero el franquismo cambió ese panorama. El deporte fue visto como una manera de representar los principios del nacionalcatolicismo, lo que se reflejó en el uso excesivo de banderas y símbolos nacionales en los estadios. Hasta tal punto que las autoridades deportivas demostraron ser altamente conservadoras en relación con la formación y reglamentaciones del deporte.
Además, fueron clave los cambios realizados en la Liga Nacional de Fútbol, reorganizada como Primera División a partir de 1943. Esta Liga fue liderada por Santiago Bernabéu, un destacado ex futbolista sevillano fiel al régimen. Con él a la cabeza se optó por instaurar medidas antiobreras como rotular a los clubes populares como “equipos proletarios” o aquellos "poco razonables" (con fines políticos) como "bandoleros". El objetivo era eliminar todos aquellos equipos relacionados con la oposición republicana, prohibiendo así su asociación con la liga o su participación como equipos afiliados.