Se jugaba el Atleti el Campeonato Nacional, antes de la madre de todas las batallas el martes, habiendo aprendido de Lisboa y de Gijón (más recientemente) dos lecciones valiosísimas: no forzar el regreso de jugadores (Godín y Carrasco volverán cuando puedan) y llegar con el necesario descanso a las grandes citas, esas que harán que te recuerden en los libros de historia.
El Atlético entró por tanto en el partido de manera paradójica. Se jugaba la vida, una Liga, ni más ni menos y sin embargo el primer tiempo pareció propio de pretemporada. Los siete cambios del once inicial desdibujaron al equipo hasta hacerlo irreconocible, impreciso y fallón.
Haciendo juego con el pobre juego local, un Vicente Calderón prácticamente lleno (por encima de los cincuenta mil espectadores) permaneció anestesiado gran parte del partido y solo el gol de Griezmann lo despertó para dar ánimos. Para protestar sin embargo sí estuvo más despierta la afición y tanto Vietto como Óliver quedaron sentenciados por la grada. Salvo sorpresa mayúscula quedan marcados y es más que probable su salida la temporada siguiente.
La tardía victoria del Real Madrid había hecho más necesario que nunca la victoria atlética que jugaba para volver a colocarse momentáneamente líder y trasladar la presión al FC Barcelona. A diferencia de lo realizado en los 4 años y medio de Simeone (muy poco dado a las rotaciones masivas cuando hay algo en juego), los siete cambios parecían querer evitar la debacle del Sporting de Gijón donde el equipo se vino abajo fruto del cansancio tras la ida en Eindhoven.
El Rayo, muy ofensivo, no especuló en ningún momento. El Atletico arriba solo llevó peligro en los pies de Correa, en los primeros compases del encuentro. La primera ocasión fue precisamente de Ángel que salvó el meta vallecano Juan Carlos de perfecta estirada a su tiro cruzado. El argentino estuvo muy activo todo el partido. Su compatriota Vietto, sin embargo, le faltó fútbol, pero sobre todo le faltó actitud. Las habituales facilidades defensivas del Rayo Vallecano quedaban en nada ante un equipo lento en la presión y carente de la intensidad habitual del Atlético.
La ocasión de Miku en el minuto 23 la solventó Oblak en dos tiempos. Sin embargo marcó un cambio de dinámica entre un Rayo embotellado en su campo y una segunda mitad de primer tiempo donde se estiró el equipo visitante y puso en apuros al Atlético. Solo un jugadón de Correa revolviéndose al primer toque de espuela maquilló un primer tiempo mediocre que acabó con pitada generalizada, pero que se centró en la actitud de Vietto y en menor medida en la de Óliver.
Vietto intentó estar mucho más activo en la reanudación, pero duró poco su amago de mejora y no logró apagar el runrun de la grada. Óliver se condenó a ojos de una grada muy poco paciente con jugadores que no muestren una intensidad alta. El mismo camino de caer en desgracia que recorrió en tiempo récord Jackson, lleva camino de recorrerlo Vietto y corre peligro de marcar (por muy canterano que sea) a Óliver, lo cual vendría a dar la razón a Simeone y nos la quitaría a muchos que pensábamos que Óliver estaba destinado a triunfar de rojiblanco. Koke había salido al descanso por Gabi, extenuado tras el esfuerzo del miércoles y el equipo se mostraba mejor en labores de creación, pero sin claridad ofensiva arriba.
Dos acciones de ataque del Rayo con una tibia intervención del centro del campo y los atacantes en el repliegue pusieron a Simeone de los nervios que ordenó desde la distancia dos cambios inmediatos. Torres y Griezmann salieron para salvar de la indolencia a los suyos. Vietto se fue entre fuertes pitos y Óliver entre tímidos aplausos.
Treinta y cinco segundos llevaba Griezmann en el campo y su primera intervención fue recompensada con el gol. El galo se aprovecha del control largo hacia atrás de Torres para controlar y fusilar a Juan Carlos en la distancia. La ambición y el espíritu de lucha del francés contagió al equipo que se vino arriba y tuvo varias ocasiones claras en los siguientes minutos. El gol de Antoine es el 21 de la temporada. Lleva 43 goles en dos años en 73 partidos de Liga. Diego Costa necesitó 93 para alcanzar esa cifra.
La acción de Correa porfiando un balón en banda durante un largo minuto y tirándose al suelo debió abochornar a los recién retirados Óliver y Vietto que tan al trote habían jugado.
Torres perdonó el segundo. El instinto de Fernando es por lo general mucho más letal que su capacidad de elaborar jugadas largas. Recibió en posición clara con espacio para rematar tras un fabuloso pase de Griezmann. Con tiempo para controlar y pensar en el mejor disparo que batiera a Juan Carlos, disparó a las manos del portero.
Ese segundo gol hubiese cerrado el encuentro y por no marcarlo, el Atlético aún debió sufrir ante las acometidas del Rayo. Una falta peligrosa de Kranevitter bien podía haber causado un enorme disgusto. Piti disparó alto por suerte y todos se acordaron de la oportuna ausencia de Trashorras.
Las malas decisiones arriba de Torres, Correa (ya muy cansado) y la salida poco precisa de balón de Kranevitter y Thomas daban demasiada posesión al Rayo. Los últimos 15 minutos fueron un agobio terrible de constantes acercamientos del Rayo y balones al aire que Oblak solventó con la ayuda de una defensa entregada a la causa, reforzada por un tercer central eventual, Griezmanngodín que se incrustó y despejó varios balones peligrosos.
Aunque lleno de tachones y mala letra, hizo los deberes el Atlético. No podrá pedir que le pongan buena nota en esta ocasión en la que le faltó confianza en su habilidad. Aún aspira a dos matrículas de honor, pero no hay margen de maniobra para más fallos o dudas. Múnich y Levante son ya exámenes finales.