En el fútbol actual los debates geopolíticos y nacionalistas están a la orden del día, es difícil para un jugador el poder sustraerse de este tipo de cuestiones, dejar a un lado su identidad o el sentimiento de pertenencia a un país. En una nueva jornada de partidos internacionales de clasificación al Mundial 2018, Serbia se presenta como favorito en el partido contra Moldavia, tras su empate contra Irlanda, sin Adem Ljajic y sin Sinisa Mihajlovic.
El jugador serbio que milita actualmente en el Torino, fue expulsado en mayo del 2012 por el entonces entrenador de Serbia, Sinisa Mihajlovic, por el hecho de no cantar el himno nacional serbio antes del partido que les enfrentaba a España, campeona del mundo en ese momento. Era el primer partido de Mihajlovic como entrenador del conjunto serbio y no acepto la decisión de su jugador y no dudó en expulsarle de la concentración.
Para entender la postura de Ljajic, y su negativa a entonar la letra del himno nacional, es necesario valorar las raíces del jugador. Adem Ljajic nació en Novi Pazar, en Sangiaccato, una zona junto a la frontera con Kosovo y donde la comunidad musulmana ha sido mayoritaria y las relaciones con Belgrado siempre fueron difíciles. El hecho de no cantar el himno mantuvo a Ljajic fuera de la selección de Serbia durante dos largos años. En 2014, cuando volvió, Mihajlovic ya no era entrenador del conjunto serbio.
Por otro lado, Sinisa Mihajlovic, es un nacionalista serbio declarado, y su admiración y amistad con el criminal de guerra Željko Ražnatović, más conocido como Arkan, le ha supuesto más de un disgusto a Mihajlovic. Un episodio desafortunado tuvo lugar en Italia, cuando Sinisa jugaba para la Lazio, sus hinchas mostraron una pancarta que recitaba: Onore alla Tigre Arkan (honor al Tigre Arkan), algo bien recibido por Mihajlovic pero que le supuso un enfrentamiento con Alan Boksic, compañero croata, que seguramente no había olvidado la masacre de Srebrenica (contra los bosnios), donde las cifras de muertos a manos de las tropas de Ratko Mladic superaron las 8.300 víctimas o los numerosos crímenes de guerra cometidos por los "Tigres de Arkan" en Vukobar (Croacia).
La semana siguiente, esa Lazio de Sinisa Mihajlovic rendía visita al Torino, y los ultras granatas quisieron criticar de forma irónica ese homenaje de la afición más radical de la Lazio, y expusieron una pancarta con la frase: Onore al gatto Silvestro (Honor al gato Silvestre).
Dos historias muy diferentes unidas por el fútbol, dos orígenes casi opuestos, e ideales casi antagonistas. Ha pasado el tiempo de aquellas pancartas, de la expulsión de Ljajic de la selección Serbia, y parece que el destino es caprichoso. Esta temporada Sinisa Mihajlovic y Adem Ljajic comparten vestuario, precisamente a Torino. Sin himnos nacionales, sin escudos serbios, sin conflictos religiosos parece que la paz ha llegado y en el Torino comparten un proyecto cuyo objetivo es devolver al Toro a las competiciones europeas.
Sin embargo, estos problemas entre jugadores, seleccionadores e himnos nacionales no es algo nuevo y no atañe solamente a zonas de conflicto bélico o países neonatos. En la Eurocopa de Inglaterra en 1996, Javier Clemente, seleccionador español, tras ver como Paul Gascoigne se colocaba sus espinilleras mientras sonaban las letras del himno español, acusó al inglés de realizar un gesto de deshonra hacia España.
Otros dos ejemplos tienen como principal actor al himno inglés, el “God save the Queen”. Por razones distintas, tanto Ryan Giggs en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, como James McClean en un partido de pretemporada del West Bromwich Albion, se negaron a pronunciar una sola palabra del himno inglés. Uno galés, el otro norirlandés (aunque solo por nacimiento) sintieron la necesidad de estar en silencio, pues con distintas sensibilidades o ideas, no se sentían representados en esas notas.