Hace algo más de 40 años, exactamente el 30 de octubre de 1977, cayó una fuerte tormenta en Perugia, casi como si el cielo supiera la tragedia que ocurriría horas más tarde. La capital de la Umbría se vestiría de luto para despedir a un centrocampista irrepetible, por su técnica y por ser capaz de entrar en el corazón de sus aficionados. Un jugador que junto a un equipo pereció mientras luchaba contra la Juventus. Un simple esguince no pudo ser suficiente para pararle: dos vendas y listo, a seguir corriendo. Pocos minutos después, sin previo aviso el motor se paró, las piernas cedieron y la camiseta roja con el número 8 se precipitó sobre el terreno de juego. Renato Curi se había apagado para siempre.
Solo después del partido los seguidores descubrirían que su ídolo había muerto en el campo. Un shock para toda Perugia. Todavía más trágico al descubrirse que la desgracia se podía haber evitado. Los doctores descubrieron años atrás que algo no iba del todo bien en su corazón. Curi, a lo largo de su carrera se sometió a numerosos controles, pero su anomalía no encontró explicación. A pesar de ello, se le concedieron diversos períodos para jugar al fútbol. Algo que a la postre acabó siendo fatídico.
Boranga era guardameta en aquella época. Tras lo ocurrido fue contactado por el presidente de la AIC (Asociación de Jugadores Italiana): “Ve a Perugia e intenta entender que ha pasado”, le dijeron. La autopsia lo había dejado bastante claro: “La gran diferencia con otras muertes en el fútbol (Piermario Morosini) es que en este caso había un episodio que había alertado a los médicos”.
Dicen los que le vieron jugar, que aquel centrocampista, no muy alto (1,65), tenía mucha técnica. Hay quién le compara con Verratti en la actualidad. Su gran virtud era que nunca se detenía en un partido. Siempre estaba corriendo. Tras pasar por Giulianova, rápido es repescado para un equipo de Serie B: el Como. En esa categoría Ilario Castagner descubre su potencial y lo lleva al Perugia. Allí sube a Serie A y se convierte en un gran jugador. Su figura es recordada por marcar el 1-0 a la Juventus el 16 de mayo de 1976, el encuentro acabaría de esa forma y el campeonato acabó conquistado por el Torino de Graziani y Pulici.
Curi tenía una actividad irregular en el corazón. Una arritmia infravalorada que sin embargo lo fue. Hay que tener en cuenta que los años setenta no había la tecnología que existía ahora, pero no era difícil llegar a una conclusión mucho más prudente. Cierto que no se esperaba que dejase el fútbol fácilmente, pero quizá la sociedad debió poner más de su parte.
En 1977, el 8 del Perugia ya era un referente. Cada temporada crecía y el público se identificaba con él por su lucha fuera y dentro del campo. Renzo Luchini el masajista de entonces, explica que tras determinados ejercicios lo normal era que el staff médico midiera las pulsaciones para valorar la recuperación. A Renato no le quería medir nadie: "Su corazón se paraba durante algún segundo. Nuestro médico estuvo a punto de ser condenado, evitó la cárcel porque se demostró que la última palabra venía a Roma. Desde la capital daban permisos de 6 meses al jugador”.
El miedo que existía a un posible accidente acabó convirtiéndose en terror. Pierluigi Frosio jugaba en aquella escuadra y en la temporada 78/79 fue el capitán del Perugia de los milagros (segundo e imbatido en todo el campeonato): “Eran años dónde no se hacían preguntas. Los médicos mandaban una infiltración y nosotros callados. Se jugaba siempre con fiebre, esguinces, contracturas… Hoy lo habrían parado automáticamente”.
Pero la memoria de Renato Curi va mucho más allá de su muerte y de su posible salvación. Perugia continúa desprendiendo amor a un gran campeón. Su estadio lleva su nombre para que las futuras generaciones conozcan la historia de un jugador y de un equipo respetado en toda Italia.