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Álvaro Morata celebrando su gol en Glasgow

La defensa y el árbitro condenan al Atlético a sufrir en Champions League

Empate con sabor a poco en Glasgow

Noche más que complicada para el Atlético de Madrid en Glasgow. Cuando un partido parece propicio para ser ganado, todos los elementos se pondrán a disposición para ir en contra de los rojiblancos. El Atlético salió de Celtic Park con un empate, que parecía mucho, luego poco y, finalmente, volvió a parecer un resultado aceptable dado el partido.

La tarde ya comenzaba medio torcida, con una victoria aplastante del Feyenoord sobre la Lazio, tanto en resultado como en juego. Los holandeses sometieron a los italianos con una actuación estelar de Santiago Giménez, un pretendido por Simeone para su delantera. Con la victoria holandesa, la Lazio se queda con cuatro puntos y el Feyenoord con seis, todo demasiado apretado. 

Primera parte trágica y árbitro casero

El Atlético saltaba al césped de Glasgow pensando en un ambiente que podría ser más caliente que el de 1974. Los rivales podían ser, literalmente, todos. Los aficionados, los jugadores, el cuerpo técnico o el tiempo, todos ellos enemigos a los que pueden sortear de alguna manera. 

Lo que muchos no esperaban en Glasgow era ver lo que sucedió en la primera mitad. Una defensa rojiblanca que se mostró indigna de poder competir en Champions League, concediendo dos goles típicos de fútbol regional. Ahí, en medio de la desesperación colchonera, surgió la figura de la mayor pesadilla de los visitantes, el colegiado Felix Zwayer.

Más allá de sus más que cuestionables formas de arbitrar (nada tiene que ver las acusaciones de amaño), fue un partido raro. Parecía que el árbitro alemán no salió al campo cantando el "You'll Never Walk Alone" porque le habría parecido demasiado llamativo. Por ello, decidió mostrar sus preferencias por Escocia de una manera más sutil, persiguiendo al Atlético en cada acción. 

Segunda parte buena y árbitro empeorado

Los de Simeone se marcharon al descanso cayendo 2-1 y con varios jugadores sancionados con amarilla. Este humilde redactor no podría decir qué tarjeta le parece más graciosa. La de Rodrigo de Paul fue por protestar una mano que había sido y la de Nahuel Molina por querer frenar un saque de banda. 

Si la primera suena a broma, la segunda es mejor porque el lateral ni frenó el saque ni estuvo cerca de ello. Sin embargo, al bueno de Zwayer no le pareció roja un pisotón que podría haber mandado a Morata directo a rehabilitación. ¿Por qué? Ustedes se preguntarán. Pues porque la expulsión estaba reservada para, evidentemente, un jugador del Atlético. 

Rodrigo de Paul, que estaba cerca de ser sustituido por Pablo Barrios, rozó un balón dividido y, por fuerza, arrastró al rival. Puede ser amarilla por la altura de los tacos, pero expulsar a un jugador por esas dos acciones es demostrar el nivel que se tiene. La desesperación se apoderó de los jugadores del Atlético, que pedían explicaciones al árbitro por sus decisiones. 

Sin intensidad pero con balón

Más allá del árbitro, que ojalá se mantenga lejos del Atlético, el partido fue una buena muestra de este equipo. Cuando la posesión cae en los pies de los rojiblancos, el juego es maravilloso. De lado a lado, buscando la superioridad por banda y sabiendo romper líneas. 

Sin embargo, el equipo se desajusta con demasiada facilidad cuando se trata de presionar arriba en Europa. Unos suben y otros no, dando facilidades a equipos que tienen las armas para hacerte daño y jugar con velocidad. Cuando es el Atlético el presionado, el equipo se muestra más seguro de lo que hace, sacando el balón jugado y haciendo correr al rival. 

En España ha quedado claro que los rojiblancos tienen un nivel superior a la mayoría, pero algo falla en Europa. Seguramente, el aspecto físico sea importante, con equipos que no perdonan en el esfuerzo. Sea como fuere, todavía quedan tres partidos para lograr el pase a los octavos de final del torneo.